Defendamos lo aprendido
Este 20 de abril reinician las clases en el país. Será un volver extraño, para los estudiantes, para los profesores y para los padres, madres, abuelos y tías que están junto a nuestros estudiantes. Pero, ¿qué no resulta extraño en estos días?
Sé que muchos extrañarán el sonido del timbre y el desorden de pupitres y de voces que se juntan antes de iniciar las clases; también extrañarán la felicidad del instante previo antes de salir al recreo y llegar de primeros a la cancha o sentarse en el lugar preferido del patio, bajo la sombra de los árboles o de los corredores. Lo sé, porque un colegio sin estudiantes se ve doblemente vacío.
Sin embargo, este 20 de abril vuelven las clases de manera flexible y desde las casas. Esto quiere decir que los profesores utilizarán distintas maneras de continuar con la educación de nuestros niños, niñas y jóvenes. Algunos usarán las plataformas de los colegios, otros lo harán a través de WhatsApp o Facebook y, en donde haya problemas de conectividad, se enviarán guías, cuadernillos y libros.
Estos materiales les permitirán a los estudiantes continuar con sus procesos de aprendizaje, pero, sobre todo, son una forma de demostrar lo mucho que los profesores, orientadores, rectores y coordinadores los extrañan y se preocupan por ellos. Este afecto llegará de todas las formas posibles a cada rincón de la ciudad, a los corregimientos más apartados de Cúcuta y al otro lado de la frontera. Así, cuando esta pausa termine y todos regresen a los colegios, las cosas puedan recuperar su aire propio, como cuando despertamos de un sueño intranquilo.
Para lograr este propósito común, es necesario que actuemos de manera colectiva y solidaria. Por eso los padres, las madres y los demás cuidadores tendrán un lugar fundamental en este proceso. Algunos se sentarán junto a sus hijos o sobrinos a guiar las distintas actividades, juntarán vocales y consonantes como si aprendieran a leer de nuevo; otros descargarán los talleres de las plataformas de los colegios o les prestarán sus celulares para que los estudiantes se comuniquen con sus maestros. Incluso, habrá quienes deban desplazarse con los cuidados necesarios para reclamar el material en los colegios. Ustedes como cuidadores y nosotros como educadores debemos tener claro que el rol de la escuela, antes que transmitir conocimiento, será el de acompañarlos social, psicológica y emocionalmente en esta época de incertidumbre, confusión y extrañeza.
Todo esto será necesario para lograr que la educación no pare y entre todos defender lo aprendido, porque cuando esta pausa termine, en Cúcuta no puede quedar ningún pupitre vacío.
Atentamente,
CARLOS ARTURO CHARRIA HERNÁNDEZ